Luis Alberto Pelozo se encontraba en el séptimo piso cuando se desplomó el edificio. Luego de haber lidiado con la muerte hoy se recupera. El trabajador pidió justicia y más controles. “Que paguen los que tienen que pagar por los ocho muchachos que murieron”, expresó.
A 15 kilómetros del centro de la ciudad y a cinco del acceso al aeropuerto Piragine Nivey-ro, se levanta una pintoresca casa de ladrillos sin revoque pero rodeada de plantines en paraje Perichón. La vi-vienda está dividida y en uno de los sectores vive Luis Alberto Pelozo, sobreviviente del derrumbe de un edificio en calle San Martín, que mató a 8 obreros el jueves 22 de marzo.
Reclinado sobre una silleta, el ayudante de bombista exhibía un yeso en su brazo izquierdo repleto de felicitaciones por su regreso a casa. Hacía menos de una semana que le habían otorgado el al-ta médico en el Hospital Es-cuela “General San Martín”, donde debió someterse a una cirugía de emergencia en la zona abdominal por la pérdida de líquido de su riñón de-recho. El único, en realidad, porque nació con uno solo.
“Mi hijo se asustó porque pensó que me caí de la moto y me dijo ‘papá por qué no usas casco’”, comentó Pelozo a El Litoral por las laceraciones en su cabeza y su lento andar a causa de un golpe en la pierna izquierda. El hombre es padre de una nena de 2, Luz María y de nene de 5, Benjamín. Por ellos agradeció seguir con vida ya que nunca imaginó que lidiaría con la muerte en la cotidianeidad de su vida laboral.
“Empezamos a cargar el tanque a las 9. Todo iba normal. Creo que había que nue-ve muchachos arriba. Cuan-do íbamos por la tapa, reventó una columna y el tanque se inclinó para un costado y salté hacia la loza. Eso me salvó”, resumió el trabajador aquel momento que conmocionó a toda la ciudad con el fallecimiento de ocho obre-ros.
El joven padre hace dos años que trabaja para la em-presa hormigonera Melmix y su función consistía en co-locar el hormigón a través de una bomba en los lugares donde se requería, ya sea loza, columnas y vigas, entre otros menesteres. Por día realizaba entre dos y tres trabajos dentro de las cuatro avenidas. Las construcciones particulares de edificios nutrían la demanda. “Co-nocía a los muchachos porque los veía siempre en distintas obras en el centro”, señaló.
Así, el día del siniestro Pe-lozo contó que había iniciado la carga cerca de las 9. Ingresó hasta el séptimo piso y uno de sus compañeros quedó en la planta baja. En la obra se encontraban unas 13 personas, en el techo, ha-bía 9, aproximadamente. La mayoría de los obreros trabajaba para la constructora Bruquetas, según pudo re-cordar.
El sobreviviente explicó que en el techo estaba Carlos Valenzuela, a cargo de los obreros. Le había pedido que se dirija a la planta baja a firmar el remito de la carga y fue en ese instante que el capataz salvó su vida. Cerca del mediodía se desplomó la estructura. Al igual que otros compañeros, Pelozo in-firió que cedieron las columnas por un mal apuntalamiento del encofrado. Hoy las causas del derrumbe son materia de investigación en la Justicia, así como las responsabilidades penales.
“Suerte que no cayó la loza porque sino se derrumbaba todo el edificio”, dijo el so-breviviente. Luego de caer parte de la estructura, Pelo-zo había quedado aturdido por el salto. “Parecía que me levantaba de la siesta. No estaba asustado porque no entendía nada. Tampoco sen-tí ningún dolor en ese mo-mento. Quería bajar y unos compañeros me ayudaron a descender los siete pisos”, recordó.
Luego de ser rescatado fue derivado de urgencia al área de terapia intensiva del Hos-pital Escuela. “En todo mo-mento estuve conciente. Sa-bía que había muerto mucha gente. En la emergencia es-cuchaba los gritos y los llantos de los familiares de los muchachos, cuando pateaban las puertas”, se lamentó. “Estamos rezando por Nel-son (Valenzuela)”, indicó Verónica Benítez, esposa de Luis. Ella sintió la calidez de la familia con quien tuvo que compartir uno de los mo-mentos más difíciles. Valen-zuela, el único obrero hospitalizado, continúa grave, asistido por un respirador y en coma inducido para mantenerlo estable. “Yo sé que Nelson va a salir como pude salir yo”, manifestó el trabajador con sus ojos miel vi-driosos.
A la hora de endilgar responsabilidades, Pelozo ex-presó efusivo la necesidad de justicia. “Que paguen los que tienen que pagar por los muchachos que murieron y para que nadie más tenga que pasar por esto”, expresó.
También pidió más controles por parte de los organismos. “Para que no tengan que seguir arriesgando sus vidas, en muchos casos por unos pocos pesos”, agregó el hombre que gracias a un sal-to logró sobrevivir a una de las peores tragedias que afrontó el sector de la construcción de Corrientes.
El sueño de la casa propia
Una vez recuperado, Luis Alberto Pelozo piensa en construir su casa. Compró un terreno en el barrio donde vive hace ocho años junto a su esposa, con quien se casó en una iglesia católica que se encuentra a escasos metros. Además, le prometió a sus hijos que no volvería a subirse a las alturas y comentó que trabajará en la planta hormigonera. “La empresa se portó muy bien. Me dijeron que podía trabajar en la planta”, comentó. Con un salario de tres mil pesos, la jornada se extendía, antes del derrumbe, entre 10 y 12 horas diarias. En su tiempo de ocio, se dedica a la pesca, su cable a tierra.
Martes, 3 de abril de 2012